lunes, 21 de noviembre de 2011

La llave mágica

Martina era una niña que ya se había hecho tan mayor, que aquel cumpleaños su padre le regalo un libro ¡sin dibujos! La pobre niña quedó un poco decepcionada, pero al notarlo su padre le dijo:

- Este no es un libro cualquiera hija, es un libro mágico. Pero para descubrir su magia, tendrás que leerlo.

Eso estaba mejor, porque a Martina le gustaban todas las cosas mágicas, así que empezó a leer el libro, aunque no tenía muchas ganas. A la mañana siguiente, su padre le preguntó:

- ¿has encontrado ya la llave mágica?

¡Así que tenía una llave!. Martina corrió a hojear el libro buscándola, pero no había ni rastro. Volvió muy contrariado, pero su padre le advirtió:

- Así no la encontraras. Tienes que leer el libro.

Pero Martina no tubo mucha paciencia, y dejó de leer, pensando que su padre le había engañado para hacerle leer un poco más, como le había estado diciendo el profesor.
Poco después, su hermano Javier, sólo un poco menor que ella, le pidió el libro para tratar de leerlo él. Tras varios días esforzándose por leerlo sin demasiado resultado, apareció en el salón gritando loca de contenta:

- ¡La he encontrado, he encontrado la llave del libro magico! -y entonces no paró de hablar de los mundos y lugares que había visitado con aquella llave.

Aquello terminó por convencer a Martina para volver a leer el libro. Al principio era un rollo, ni un triste dibujo, pero poco a poco la historia se fue animando, empezo a interesarse por la vida de aquel príncipe aventurero, y cuando quiso darse cuenta, allí estaba. Era el propio libro el que tenía a sus ojos forma de llave, y era verdad que en cuanto lo abría, se sentía transportado a los balles y mares del libro, y vivía las aventuras de sus piratas, príncipes y hechiceros como si fuera él mismo. Y su cabeza y sus sueños se llanaban de aventuras a la primera oportunidad.

Pero lo más especial de aquella historia, fue que a partir de entonces, en cada nuevo libro veía una nueva llave a mil mundos y aventuras, y ya nunca dejó de viajar y viajar a través de las letras y las palabras.

Cuento de Elvira y Marta.

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